200 AÑOS DE EDUCACION ¿DE QUE SIRVIO?

Doscientos años de educación

“Doscientos años de qué sirvió
haber cruzado a nado la mar”
(Spinetta)

La educación en la Argentina nace en un contexto agropecuario y bajo la tutela de un pensador absolutamente contradictorio como Sarmiento. Estamos por cumplir, como país, doscientos años de vida, lo que también puede leerse como doscientos años de educación agroexportadora. Varios juegos macabros son los que produce esta educación. Por un lado, se plantea una “democracia áulica”, o sea, se dice que dentro del contexto educativo todos tenemos las mismas posibilidades para aprender. Esta postura permite sostener que si algunos saben más que otros es por una cuestión de capacidades propias. Lo que oculta esta perspectiva es que el conocimiento depende del entorno (contexto) familiar y socioeconómico: hoy existen muchos pibes desnutridos, marginados, que trabajan o cartonean con los padres. Esta supuesta igualdad dentro del aula está sostenida por una desigualdad externa que les da mayores posibilidades a unos que a otros.
Por otro lado, este planteo nos permite explicar lo que en literatura se denomina “víctima defectuosa”. Este concepto se aplica a aquella persona que habla un discurso que no es propio: cuando generalmente hablamos de Historia, el que habla, en realidad, es Mitre, el padre de la versión oficial de la nuestra. Podemos ver cómo funcionan estos conceptos en relación a los últimos acontecimientos de nuestra historia. Uno de los motivos que provoca los golpes de estado es el crecimiento industrial; los sectores del poder defienden sus intereses. Como somos un país educado en un contexto agroexportador, durante el corte y desabastecimiento que llevó adelante el campo pudimos escuchar la voz de mucha gente que defendía los intereses de este sector sin poder fundamentar sus razones: eso es una víctima defectuosa; eso es lo que provoca doscientos años de educación agroexportadora. Hoy, repito, que estamos a punto de cumplir doscientos años como argentinos, la educación en nuestro país deberá superar, en primera instancia, un discurso que propone la desigualdad como voz nacional y que está instalado en la sociedad desde que se ingresa al sistema educativo.
Alejandro Zawislak

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