Primer Premio Concurso Homenaje a Nicolas Savio 2010

PRIMER PREMIO CONCURSO HOMENAJE A NICOLAS SAVIO 2010

Sidinsa, la siderúrgica que no se realizó
Por MIGUEL ANGEL FUKS

Nadie se presentó a la convocatoria de hace treinta y seis años, para seleccionar una empresa interesada en formar parte de una sociedad anónima con mayoría estatal, para la construcción, puesta en marcha y explotación de una unidad siderúrgica integrada.
El concurso abierto convocado por el decreto 1.345 del Poder Ejecutivo Nacional, del 3 de mayo de 1974, cuando aún figuraba como su titular el muy enfermo Juan Domingo Perón, fue declarado desierto por una resolución conjunta de Alfredo Savino y su tocayo Gómez Morales, entonces ministros de Defensa y de Economía, respectivamente.
Esto ocurrió pese a que se intentó convencer sobre la “preocupación del gobierno” de que esa “clonación” de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (Somisa) serviría para “asegurar las condiciones que posibiliten la más ágil y dinámica ampliación de la capacidad productiva nacional de acero”.
No sorprendió entonces que por el decreto 596, del 6 de marzo de 1975, firmado por María Estela Martínez de Perón, se encomendara a la cartera de Defensa, para que la todavía entonces poderosa Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), constituyera en un plazo de 90 días de publicada la medida (cinco días después), una sociedad con las mismas características.
En este caso, la participación mayoritaria estatal sería de la DGFM y el Banco Nacional de Desarrollo (Banade) y los recursos serían proporcionados por la cartera económica. Quedó en claro que la dependencia del Ejército tendría la responsabilidad y el poder de decisión empresaria, como mínimo hasta cinco años después de la puesta en marcha de la última de las instalaciones.
Los estatutos de Siderúrgica Integrada Sociedad Anónima Industrial y Comercial (Sidinsa) fueron aprobados por el decreto 1.454 del 30 de mayo siguiente, por el que se declaró al proyecto y la planta “de absoluta y máxima prioridad e interés nacional”. Con un capital social de 319 millones de pesos de la época (para actualizar el valor nominal de las acciones se fijó una paridad de 9,98 pesos por dólar), se decidió que la capacidad inicial de Sidinsa fuera de 3,8 millones de toneladas de acero líquido anuales.
“El proyecto elaborado cumple satisfactoriamente con los requerimientos del desarrollo siderúrgico-industrial del país, así como con las exigencias de una adecuada asignación de recursos, en virtud de la solidez económica que lo sustenta”, fue casi una proclama de la más feroz dictadura militar sufrida por la Argentina, en 1977. No pareció tener en cuenta el ímpetu privatizador de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía, quien para asumir el cargo -donde se sintió tan todopoderoso- renunció a dos presidencias: la de la siderúrgica Acindar y la del Consejo Empresario Argentino (CEA).
Mediante una inversión total equivalente a 3.529 millones de dólares –para la construcción, bienes de uso, intereses, gastos preoperativos y capital de trabajo-, se previó que la planta estuviera en la zona de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires). La elección reunía -señalaron- “condiciones muy adecuadas en términos de costos de inversión y operación, con objetivos de mayor descentralización industrial y mayor equilibrio económico regional”. Hasta se dijo que era el único lugar donde coincidían las posibilidades de encarar económicamente un puerto de aguas profundas y la existencia de un importante nudo ferroviario y vial.
La planta utilizaría, tentativamente, minerales de alta ley (finos, para las áreas de sinter y calibrados), provenientes de Brasil, Chile, Perú y Venezuela, y “pellets” de la entonces bautizada como Hierro Patagónico SA (Hipasam), de Sierra Grande (provincia de Río Negro). “La experiencia mundial demostraba que los productos baratos y de calidad competitiva sólo se lograban con producción masiva, aprovechando las ventajas de la economía de escala”, publicitaron..
Los responsables del emprendimiento procuraron “encarar de inmediato la materialización del proyecto” para cubrir la creciente brecha de laminados planos que imaginaron para principios de los ‘80. Esperaban obtener, por otra parte, “un importante ahorro de divisas que reducirá sustancialmente la vulnerabilidad de la balanza de pagos del país”. Evidentemente, estaban persuadidos de que financiarían las importaciones con créditos externos a largo plazo de organismos internacionales y/o de naciones de los proveedores y que integrarían el capital con los recursos estatales asignados y los aportes privados.
Ciertas evaluaciones confirmaron “la solidez económica del proyecto, que se traduce en una alta capacidad para autogenerar fondos que faciliten la financiación en el período constructivo y permitan la amortización de los créditos obtenidos, la distribución de dividendos y la acumulación de excedentes en el período de operación o régimen”.
Al calcular las ventas a precios internacionales -inferiores a los internos en un 19%, a dólares constantes de 1976- y adoptando previsiones conservadores, concluyeron que el emprendimiento aportaría una tasa interna de retorno del 10%. Esto, probablemente, contribuyó a que se generara el anuncio de que Sidinsa ahorraría a la Argentina “un promedio neto de 820 millones de dólares por año”.
El tiempo pasó -en realidad, “pasamos nosotros”, como diría el poeta Raúl González Tuñón- y el proyecto fue actualizado en 1978, con una reducción de 3,8 millones a 3,1 millones de toneladas del volumen a producir. Trascendió en ese momento que de volverse al intento de expandir Somisa con laminados no planos, en la bonaerense San Nicolás, Sidinsa “debería demorarse varios años hasta que se prevea suficiente mercado como para absorber la producción”.
No faltaron quienes plantearon que si el proyecto para la zona de Bahía Blanca fuera encarado por capitales privados (o con baja participación del Estado), la expansión del de San Nicolás debería postergarse.
El final, una muerte casi anunciada, llegó durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín. Por el decreto 375, del 10 de marzo de 1987, se resolvió liquidar Sidinsa en 180 días. En aquella época se dedicaba “con exclusividad al asesoramiento y consultoría a terceros en relación a la elaboración, comercialización y transporte de productos siderúrgicos, metalúrgicos y materias primas”, tareas que los opositores privados de la propuesta argumentaron que podían ser cumplidas por firmas privadas.

Concurso Homenaje a Nicolas Savio 2010

Segundo Premio Concurso "Nicolas Savio 2010"
FADEL: Cuando la Nación creyó en el ferrocarril

Nacida a finales del Primer Plan Quinquenal, la Fabrica Argentina de Locomotoras (de donde se desprende la sigla FADEL), fue uno de los tantos proyectos elaborados y llevados a cabo por el gobierno del General Perón para lograr la independencia económica del país.
Los primeros esbozos de esta industria surgen en 1950, cuando llega a conocimiento del presidente el trabajo realizado por un ex ferroviario, ya jubilado por aquel entonces. Su nombre era sinónimo de confianza por aquel entonces, era el ingeniero Pedro Celestino Saccaggio.
De origen italiano, arribo a la Argentina con su familia siendo muy pequeño, y se establecieron en la localidad de Victoria.
Con 12 años, comenzó sus primeros pasos en el mundo ferroviario trabajando como aprendiz en el Ferrocarril Central Argentino. Allí logra impresionar con su capacidad al Jefe de Dibujos de los mismos y su esposa, quienes le enseñan ingles y las técnicas de dibujo. Con el tiempo, comienza a estudiar la carrera de Ingeniería Mecánica a manos de profesores locales y los exámenes le eran tomados por docentes que venían directamente de Inglaterra.
Luego, comienza a trabajar en el Ferrocarril Sud, en lo que en la actualidad se conoce como Ferrocarril Roca. Allí logra ascender a un puesto que generalmente era ocupado por los ingleses: Jefe de Ingeniería Mecánica, manteniéndolo hasta que se jubila en 1935.
A pesar de estar jubilado, los ingleses lo vuelven a llamar, hasta que en 1949, con los ferrocarriles ya en poder del Estado Argentino entra en contacto con el General Perón. En ese momento, el Ing. Saccaggio le explica al presidente cual había sido su función en los ferrocarriles, y el proyecto que venia desarrollando al momento de su retiro: la fabricación de una locomotora de tracción Diesel - Eléctrica.
Mantiene el contacto con el general por otros 9 años, hasta que en 1950, le es asignado el proyecto del diseño y fabricación de una locomotora Diesel Eléctrica.
El diseño de la locomotora fue realizado, según se dice, tomando como referencia el gorro que utilizaba el general Perón: el frente era la gorra, el miriñaque la visera, los paragolpes el frente y en la parte superior de la gorra se colocaría el Escudo Nacional.
Una vez terminado el prototipo en 1951, fue exhibido frente a la estación Retiro del Ferrocarril San Martín. Asistió el mismo presidente Perón, junto con el Secretario de Transporte y otros integrantes del gobierno. El Ing. Saccaggio fue el encargado de la ceremonia, y fue quien llevó al presidente a conocer la maquina y a ponerla en funcionamiento, dando así el puntapié inicial a la fabricación de locomotoras en Argentina.
Una vez realizados los viajes de prueba por los principales ramales de trocha ancha del país, con los datos obtenidos, se fabricó una nueva locomotora, mejorada con respecto a la anterior.
Para la fabricación de las locomotoras, en principio se contó con alrededor de 100 obreros, ocupando un galpón de los Talleres Liniers del Ferrocarril Sarmiento. Pero dado que el proyecto estipulaba la fabricación de 240 locomotoras, para cumplir con el objetivo se gestionó la transferencia a los Talleres del Ferrocarril Gral. San Martín en Mendoza.
Mientras comenzaba la fabricación en serie de las maquinas, los prototipos Nº1 y 2 circulaban por el país, demostrando las capacidades técnicas y la voluntad con las que contaba el país para el progreso.
Además, se estaba desarrollando el diseño de locomotoras con un menor peso por eje para circular en los ramales de trocha angosta del país.
En 1955, estando a máxima capacidad productiva de chasis y bastidores, el golpe denominado “Revolución Libertadora”, acabó con el sueño de un gobierno que intentaba convertirnos en una nación industrializada, teniendo como apoyo al agro.
FADEL fue desmantelada como industria, junto con toda la producción que estaba en avanzado estado de fabricación..
Lo único que sobrevivió por unos pocos años mas, fueron los dos modelos prototipo Nº1 y 2, que fueron destinados a correr el servicio Constitución – Mar del Plata.
Entre 1962 y 1963, la nueva administración ferroviaria, alegando problemas eléctricos con los motores de tracción, dispuso que las únicas sobrevivientes fueran desguazadas.

Nahuel H. Cóseres
nahuelcos@yahoo.com.ar

Segundo Premio Concurso Nicolas Savio 2010

Segundo Premio en el concurso Homenaje a Nicolas Savio 2010

CENTIMETROS “FRANCY” INDUSTRIA ARGENTINA

En el año 1908 con apenas 2 años, Alfredo Chacar, llego a Buenos Aires. Junto a sus padres quienes provenían de Egipto.
Años más tarde el joven estudio en el Nacional Buenos Aires y trabajo en un banco. Mientras tanto una idea se apodero de el: fabricar centímetros para modistas-
Como no tenia recursos él mismo construyo la maquinaria y así puso manos a la obra.
Con apenas 25 años se lanzo a la aventura. Hizo una gran rueda, le puso cliché, compro el hule y construyo una mesa para su trabajo. Allí colocaba el hule y con un rodillo con cuchillas los cortaba y las cintas obtenidas las pasaba por la rueda que contenía tinta especial y de esta manera nacieron los primeros centímetros.
Hasta allí no tenían marca, pero Alfredo no se conformo con eso. En su cabeza comenzó a gestarse una idea: fabricar él mismo un hule que no se estirara.
Comenzó haciendo formulas que las probaba en trozos de tela. Y así estuvo muchos años.
Conoció a Francisca y a su hija Martha(a quien quiso como propia). Trabajaban los 3 solos, porque Alfredo no quería tomar gente.
A los centímetros le puso “FRANCY” (por Francisca).
Después de muchos años de pruebas e insomnio logro sacar la formula del hule.
Para entonces debió inventar otra maquina a la cual llamo molino. Tenía 1,50 metro de largo, colocaba la tela estirada y con la preparación en cada vuelta le agregaba un palo de escoba de 1,50 metro de largo y así hacían muchos metros de hule.
Los días de humedad, para que se sequen encendían varios braseros con carbón.
Los centímetros tuvieron mucho éxito porque no se estiraban.
Entonces comenzó a exportar a Uruguay pero el destino quiso que en 1976 Alfredo muriera de cáncer. Allí termino todo.
La pequeña industria quedo parada, pero no los sueños de Alfredo gracias a que Francisca decidió continuar. Se paro delante de su yerno y nietos (3 varones y una mujer) y les dijo : “chicos ¿ vamos a dejar que el sueño del abuelo muera así como así. Por que no continuamos con la empresita familiar?”. Esto basto para que los jóvenes se entusiasmaran.
Pidieron un prestamos al banco y comenzaron a trabajar todos en sus horas libres. Como la demanda fue creciendo debieron tomar gente.
“FRANCY” creció tanto que en la actualidad exporta a toda Latinoamérica.
Hoy sus nietos y su yerno orgullosos recuerdan con mucha emoción y cariño a Alfredo quien gracias a su sueño y dedicación logro que hoy “Centímetros FRANCY” Industria Argentina sea una gran realidad.

ELIDA MARTHA SEBASTIANI: C.E.N.S. 452. 4755-3366 Turno noche- 3° B 3 de Febrero 217. San