Astillero Rio Santiago.

Astillero Río Santiago. Capitulo 1
Ingeniero Angel Francisco Cadelli.

El Astillero Río Santiago es el más grande de toda la América Latina. No hay otro mayor en el territorio de la Patria Grande que se extiende desde la margen sur del Río Bravo hasta nuestra Antártida. Y tampoco hay otro mejor.
Nuestro renombre, con mas de 60 años de actividad interrumpida, ha traspasado los confines de la patria, y nos coloca en un lugar de consideración para el mundo entero.

La complejidad de nuestra producción nos ha calificado para el máximo nivel internacional.
Fuimos obligados, por la construcción de Buques Militares para la Armada Argentina, a cumplir las normas Military de la NATO. Por la fabricación de Grandes Motores Diesel, las normas DIN de Alemania, las UNI de Italia y las JIS de Japón.
Por la provision de maquinas de cubierta y grúas, las AFNOR de Francia. Por el abastecimiento de turbinas hidráulicas, las ASME y ASTM de Estados Unidos.
Y así siguiendo con locomotoras, boguies y corazones de vía para ferrocarriles, componentes para centrales atómicas, estructuras metálicas para puentes, estadios, edificios, etc., etc.
Celosos de nuestros clientes, supimos adaptarnos rigurosamente a las necesidades de las navieras que nos encargaban buques mercantes. Cumplimos a rajatablas con todas las Compañías Clasificadoras del planeta.
Así, si el buque iba a ser destinado preferencialmente al tráfico con el Puerto del Havre, lo construíamos de acuerdo a las normas del Bureau Veritas de Francia.
Pero si el trabajo principal se desarrollaría con el puerto de Liverpool, la embarcación la fabricábamos según las premisas del Lloyd’s Register Shipping de Inglaterra.
En cambio, si el flete mas común era hacia/desde el Puerto de Hamburgo, el barco lo hacíamos según los requerimientos del Germanischen Lloyd’s de Alemania.
Por el contrario, cuando el destino era el Puerto de Houston, satisfacíamos las exigencias del American Bureau of Shipping de los Estados Unidos.
Si el trabajo se situaba en el Puerto de Osaka, cumplíamos las pautas del Nippon Kaiji Kiokay de Japón.
Mas si era con el Puerto de Oslo, se satisfacían las prerrogativas del Norske Veritas de Noruega.
Y así siguiendo…
Por cada buque fabricado, en el Astillero Rio Santiago, damos un año de garantia, sumamos a la tripulación del buque uno de nuestros ingenieros por el mismo lapso (con cargo al Astillero, pero a las ordenes del cliente) y dejamos en manos del armador el 5% del valor del buque sin cobrarlo, en concepto de Fondo de Reparo, hasta que se cumpla el plazo.
Es parte de nuestras Tradiciones Industriales que el cliente devuelva el ingeniero antes del año, porque no hay mas tareas para él a bordo, después de los primeros meses de navegación, y que pague el 5% final del buque al cumplirse el año, ya que no hubo reparacion alguna que lo gastara.

Otro tanto le cabe a nuestra resistencia a las privatizaciones neoliberales de los 90’s.
Nuestra dignidad laboral, construida durante esforzados años en el trabajo industrial, la tuvimos que defender con uñas y dientes en la calle, codo a codo, movilizados en defensa de nuestro Salario, nuestra Fuente de Trabajo y el Patrimonio Nacional que es el Astillero Río Santiago.
Así, construimos una nueva dignidad que se sumo a la anterior, y que también perdura en el tiempo: la de luchadores durisimos, consecuentes e invencibles.

Es absurdo separar la lucha (gremial, social y política) de nuestro trabajo (industrial, estratégico y de excelencia). No tendríamos el segundo si no hubiéramos protagonizado la primera.
Fue nuestra resistencia a los paradigmas neoliberales la que impidió que el Astillero Río Santiago corriera la suerte de YPF, Ferrocarriles, Entel, Aerolíneas Argentinas, ELMA y tantas otras Empresas del Estado.
Y, en nuestro caso en particular, la perspectiva era privatizar primero para vaciar/destruir después, al estilo de lo sucedido en el Area Material Córdoba y el misil Cóndor.
La norteamericana Lockheed Martín no se hizo cargo de tamaña fábrica para desarrollar productos argentinos que compitieran con los suyos. Por el contrario, congelo y destruyo todo lo que se enfrentaba a sus intereses. Mas allá del empleo militar del Cóndor ( como vector balístico, potencial portador de una ojiva nuclear argentina), con su destrucción, la Patria también perdió un vector civil que (en trayectoria vertical pura, radial al centro de la tierra) podía poner en órbita estacionaria tantos satélites argentinos de comunicaciones como nos hicieran falta. Ese es el resultado, hoy verificable, de la privatización.

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